lunes, 1 de febrero de 2010

PULQUE PARA DOS

PULQUE PARA DOS

por Cristina de la Concha


Nuestro romanticismo desbordado ante esta frase no puede menos que evocar los tinacales, donde zumbidos rondan y alas diminutas interrumpen graciosamente la vista de la espuma de fermentación.
       Nuestras evocaciones van más allá, a los paisajes de aridez de cactus, de nopales cercando los suelos arcillosos con terrazas bordeadas de pencas, pencas como manos extendidas cuyos dedos largos con uñas puntiagudas y filosas, solicitan, ofrecen. Terrazas en las que de vez en vez surge un meyolote con su quiote, las pencas menores se hincan ante esa majestuosa inflorescencia que, inocente, espera la castración, homenaje que el tlachiquero vendrá a realizar.
       Lo vemos llegar para extirpar tejidos, hacer la “picazón”, eliminar la jícama, impedir cualquier retoño. La muerte del teómetl inicia, lenta, larga. Pasan noches, semanas. Escurren muchas lunas antes de la última gota, día a día lo raspa, mana su savia. Los mezotes sólo miran su perecer mismo y son sus propias espinas las que raen en capas delgadas haciendo languidecer al teómetl... y rezumar su espíritu blanco.
Con añoranza, vemos la escena del brote de vida, vida engendrada de la muerte que nos trajo la diosa Mayahuel.
       Nos conmueve el acocote por el que aspiran la miel los labios carnosos de los tlachiqueros para verterla en las castañas y, así, nuestra cursilería innata regresa a la cuna del pulque con su embrión en burro para arrullarlo en las tinas.
       Allí, ceremoniosas las minúsculas vigilantes aladas continúan blandiendo en el aire como navajas, cortando veloces con líneas delgadas para celebrar el banquete en odas zumbantes ante el rito: el catador pulquero, reconocible en el tono de su tez que va del rosa al colorado, en la generosidad con que su vientre está distendido y en el bigote aguamielero, cata escupiendo con ansias de ver aparecer el alacrán, silueta viscosa que indicará el punto de madurez sobre el piso.
Pulque para dos. Leche que encuentra el punto en su uniformidad, en el donaire con el que se niega a caer si resbala de la boca, en su espesura tendiente a la unidad. Bebida del Amor Divino y la embriaguez, nomás porque es leche que genera leche, fuente de energías fecundas, leche que fortalece la semilla viril... y si no lo creen, pregúntenle al burro que carga las castañas.

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