sábado, 31 de diciembre de 2016

Contradiciendo a contradecir a Rius 







 

Logré entrar en la sala, con dificultades avancé entre la gente, la mayoría jóvenes de pie abarrotados alrededor de los cientos de personas de todas las edades sentadas en un foro de la FIL de Guadalajara frente a un pódium con tres o cuatro personajes junto a Rius. Me acomodé en un huequito casi a fuerzas para escuchar al hombre que había convocado multitudinariamente.

Al día siguiente, en un stand de esa feria de hace unos quince años, estaría Rius autografiando libros, y ahí estuve pero la fila para obtener la rúbrica de “San Ateo”, como lo propuso Jesusa en la presentación de su libro Mis Confusiones en 2014, era larguísima y me ahorré el numerito. Comprendí que unas páginas de su autoría con la firma de su puño y letra no eran para mí y no volví a tentar la idea.

Eduardo del Río "Rius", uno de esos peculiarmente grandes, muy conocido por su revista Los supermachos y Los Agachados, tiene más de 120 libros publicados, además de las revistas que ha creado y las publicaciones en que colabora, de cientos de cartones y dibujos, y de quien me atrevo a opinar lo mismo que de Juan Gabriel, con todo respeto y sin mezclar disciplinas ni contextos y contrario a lo que él mismo ha señalado sobre su amplia producción y sus creencias: él, mientras más produce, más produce. Lo contradigo porque ha aludido un pacto con cierto ser de malignidad para alcanzar esa producción y más bien parece que posee esa excepcional virtud de dar luz y recibir luz, una retribución de la que no muchos gozan porque el secreto es ignorado: dar simplemente. Lo contradigo porque nadie hace un pacto con dicho ser para dar de la manera en que él lo ha hecho, es decir, para un pacto semejante se requeriría que su producción no hubiera abonado a la educación en este país, que sus tomos y dibujos no transmitieran ni conocimientos ni información en beneficio de los demás, que no provocaran a la reflexión ni a la concientización como él ha logrado hacer, sino todo lo contrario. Así que… pues, si acaso este humilde texto llega a los ojos del laureado escritor-monero, ocupado con tantos fans, que me perdone por contradecirlo y oponerme a ésa y, de una vez, a otras declaraciones que ha hecho.

(En 1976, fue galardonado en el Salón de Lucca con un trofeo de la UNICEF. En 1987, recibió el Premio Nacional de Periodismo de México en caricatura, premio del que volvió a ser acreedor en 2010 pero esta vez por su trayectoria periodística representada en su trabajo como caricaturista. En 2004, recibió La Catrina, premio a personajes importantes del mundo de la caricatura y la historieta en el marco del Encuentro Internacional de Caricatura e Historieta, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.)

Con humor y su forma lúdica, ha escrito de todos los temas, en particular, cuestiones que preocupan o deben preocupar a la sociedad, de religión, de salud y ecología, sobre el consumismo, las drogas, sexo, música, fútbol, de filosofía, economía, política, historia, en fin, siempre con ese tono puntilloso, irónico, como un fuerte crítico del sistema, con un lenguaje coloquial y accesible para cualquiera. Es irreverente y nadie se le escapa.

Nacido en Zamora, Michoacán, en 1934, caricaturista, historietista y escritor, se ha dedicado a enseñar a millones de mexicanos con su obra, entre ellos a esta tolteca para quien fue un alivio leer La panza es primero entendí lo que la mía trataba de decirme, pero, además, lo acogí casi con fervor por su fluidez y particularmente por ese concepto suyo de escribir libros a mano, dibujarlos y diseñarlos de manera genial, aunque él ha alegado que no sabe dibujar, que sus monos “son horrendos”, en lo cual lo contradigo de nuevo, no porque no caigan en tal calificativo sino porque son precisos, comunicativos, expresivos, pero esta idea de libros a mano, dibujados y diseñados por el propio autor se quedó adherida a esta conciencia para un día hacer uno así, realizarlo manualmente en su totalidad… si tan sólo la misma luz creativa asistiera a esta pluma....

En El Yerberito Ilustrado, Rius nos habla de medicina herbolaria, “destruye los mitos oficiales y denuncia los intereses exclusivamente económicos de la industria farmacéutica (…) demuestra que gran parte de los medicamentos de patente han resultado tóxicos (…) explica las bases botánicas de la medicina herbolaria” y enlista los principales medicamentos que tienen su origen en las plantas así como las plantas curativas más comunes en México detallando sus principales propiedades y usos. Este libro, junto con aquellos sobre comida chatarra, naturismo y temas relacionados, nos da el panorama de lo que hemos hecho como civilización en contra de la Naturaleza a la que, en su sentido irónico –y quizás lo estoy contradiciendo de nuevo– nos invita a regresar, a vernos como humanos parte de ella, a agradecerle. En ellos, su juego con la caricatura, el collage, párrafos mecanografiados en courier, dibujo sencillo y humor hizo crecer aun más la aspiración de esta autora de editar un libro completamente a mano, me inspiró, sí, y edité mi Cuento Caligráfico pero todavía no ese ejemplar de humor y caricatura y collage y párrafos en courier

Con Los panuchos terminé de atar cabos sueltos de la historia: en pocas palabras, los que buscaron instalar el Imperio en México en 1863, eran los mismos que crearon el partido azul en 1939, los hijitos de los hijitos. “¡¿Y por qué no nos lo dijiste antes?!” Fue la exclamación casi aterrorizada de varias amigas después de las elecciones del año 2000, ... porque… er… Traté de hacerlo, con mucha gente intenté hablar de eso y de que el cambio no podía darse de la noche a la mañana, que cambiar un sistema burocrático y viejas costumbres, anquilosadas, requería tiempo, pero casi nadie quiso escuchar, la mayoría estaba como poseída por “el cambio”. De haber leído Los Panuchos, quizás otra cosa hubiera sido pero tampoco se conseguían ejemplares, se agotó muy pronto, aunque tampoco las cosas eran así de “tú ganaste, ten”.

De sus más recientes libros, de 2015, uno es La reforma dizque heducativa, publicado en el mes de mayo, en cuyo título se refleja con claridad el contenido del libro, y posteriormente, a finales del año, ¿Cuándo se empezó a xoder a Méjico?, donde también con el título nos está dando su sustancia: curiosamente marca la “x” de México denotando la importancia de nuestras raíces y, como una denuncia, el deseo cruento de arrancarlas, que se las quieren extraer a México en el deleznable acto de ponerlas en el verbo “joder”, i.e., “xodiéndolo”, (en lo que parece coincidir con el Divo de Juárez aunque desde contextos distintos, en ideas paralelas pero no distantes), con cuya pregunta expone la política al revés, ya no como el área que se ocupa de la polis, sino como la herramienta con la que buscan dañar al país, ya ni siquiera como herramienta de simple enriquecimiento, sino como arma que lastima, que lacera, que pretende abrir en canal, incoherentemente, a la propia tierra que les ha satisfecho sus placeres.

Eduardo del Río "Rius" afirmó: “No, Méjico no se xodió desde la caída de Tenochtitlán, ni cuando los gringos se robaron la mitad de su territorio, fue en un sexenio más cercano.” Y lo contradigo de nuevo, porque también ha asegurado que no tiene remedio y no estoy de acuerdo, sí tiene remedio y en ésas estamos, ni estoy de acuerdo en que se xodió porque no se ha xodido en ese sentido, en el de que ya no tiene remedio, en el de que lo lastimaron y ya lo dejaron inválido, no no no, porque “somos más los buenos” –dijo hace unas semanas una joven que secuestraron en Veracruz–, somos mayoría los que rechazamos lo que ha estado sucediendo, una mayoría abrumadora, una mayoría de muchas docenas de millones de mexicanos en contra de un mal que consiguió anidarse en esta tierra por descuido. Ciertamente la educación no es la mejor pero para eso está él y otros que como él luchan con su palabra contra ese mal, y están los maestros y los luchadores sociales y los activistas, y los trabajadores, los profesionales, los médicos, los ingenieros, los artistas, los reporteros, los albañiles, los taqueros… que no quieren vivir así, con la “Nada”, como le llamó Ende a esa sombra gris, oscura, que iba posándose, apropiándose de las almas de los habitantes de su Historia Interminable, en cuyo final la Luz triunfa. La palabra es el arma, y los libros y los maestros y la educación, el arte, la cultura.

Espero que, ya que no obtuve el autógrafo deseado, “Don A-teo-Luz” me perdone las irreverencias.
  

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